Nos encontramos ya en semifinales de una Copa América descafeinada, con sorpresas de envergadura pero con un nivel futbolístico mediocre hasta la fecha.
Si todo sigue como hasta ahora, no recordaremos esta edición como un torneo inolvidable, no, no, no.
Lo que sí ha sido altamente significativo han sido las eliminaciones en cuartos de final de Argentina y Brasil, dos selecciones nacionales con un plantel de altura y que han caído justamente ante Uruguay y Paraguay respectivamente, ambas eliminatorias en la tanda de penales.
Ambas selecciones, muy bien dirigidas por Oscar W. Tabares y por Gerardo Martino son las favoritas para el triunfo final, no sin antes pasar por las semifinales que empiezan a disputarse en unas horas con los duelos Uruguay-Perú y Paraguay-Venezuela. Tanto la vinotinto como los peruanos han sabido desplegar un juego lo suficientemente rocoso como para llegar a estas alturas de campeonato.
Y de la celeste voy a escribir hoy.
Leyendo a mi amigo numeroquince en su magnífico blog generalista http://www.numeroquince.wordpress.com/ me ha motivado su último post sobre los uruguayos.
No considero sorpresa la victoria charrúa ante los argentinos, es más, considero a los uruguayos mejor equipo que la albiceleste, absolutamente preñada de estrellas, pero que carece de la cohesión de equipo que poseen los del pequeño país, en superficie y habitantes, de Uruguay.
Un país que vive por y para el fútbol, con una historia futbolística que ahí está para quien quiera aprender de orgullo, dignidad y sana vanidad futbolística.
Un combinado, no exento de talento, todo lo contrario, con un sacrificio en defensa impresionante, un centro del campo muy creativo y organizado y unos puñales en ataque absolutamente letales.
Con una portería muy bien cubierta por el ex de la Lazio Fernando Muslera el equipo se hace en defensa con Pereira y Martin Cáceres de laterales, muy bien flanqueados en el centro de la misma por el capitán Diego Lugano y Mauricio Victorino, del Fenerbahce turco y Cruzeiro brasileño respectivamente, de 30 y 28 años respectivamente. Experiencia y solvencia en el aspecto defensivo. Y en el banco para cuando cualquiera de ellos no pueda dar el todo por el todo, el veteranísimo de 35 años, Andrés Scotti, del Colo Colo chileno, hermano de Diego Scotti, que vistiera la blanquiverde del Córdoba C.F. años atrás.
Egidio Arévalo, del Botafogo y Alvaro González de la Lazio hacen de la sala de máquinas uruguaya un auténtico motor que con Diego Pérez, expulsado contra Argentina por doble amarilla, y Alvaro Pereira del Oporto por las bandas vierten diagonales en ataque para asistir a los magníficos finalizadores, las figuras de primerísimo nivel Diego Forlán, Luis Suárez y Edinson Cavani.
Otro pilar importante en el combinado celeste que no me quiero dejar atrás, es Walter Gargano, compañero de Cavani en el Napoli italiano.
Tres delanteros, tres, que para sí querría cualquiera de los mejores clubes del panorama actual.
No, Uruguay no es una sorpresa, es una realidad cuajada, con experiencia, talento, sacrificio en defensa, orden, creatividad y peligro incesante arriba.
Esta próxima madrugada tiene ante sí la posibilidad real de convertirse en el primer finalista de esta Copa América.
Una selección celeste como el cielo cuando está limpio de nubes. Y en Uruguay no hay tormentas en estos momentos. Se hacen las cosas bien hechas porque se nota el mando en plaza de Oscar Washington Tabares. Ya se demostró en Sudáfrica 2010.
Una selección celeste y brava.